viernes, 4 de diciembre de 2015

Serás Mia

Aunque no expresamos el amor de una manera convencional.

Aunque tu mirada es tan simple pero tus emociones tan complejas.

Aunque conocí tus pasiones y pocas veces fui participe de ellas,

Aunque no viví contigo tu vida pasada, la brisa del mar y el calor de la playa siempre se nos escaparon.

Aunque en cada lágrima exista arrepentimiento por las cicatrices que el amor marcó en tu delicada pero inescrutable alma,

Aunque nunca supe que pensabas cuando me mirabas a los ojos y me sonreías…

Sé que siempre serás mía.

Serás mía cada vez que lea las páginas que escribimos en el libro abierto al que llamamos confianza,

Serás mía cada vez que vea otros labios y me antoje solamente de los tuyos,

Serás mía cuando sienta frio y la soledad a mi lado no me brinde el calor que tú intentabas darme.

Serás mía cuando pruebe tus platillos favoritos, y también cuando cocine aquellos que tú me enseñaste.

Serás mía en las mañanas, cuando el sol salga y, por más que yo lo odie, recuerde lo mucho que tú lo amas.

Serás mía cada vez que el dulce sabor del chocolate me llene de sensaciones,

Cada vez que alguna persona me regañe sin sentido y se preocupe demasiado por lo tonto que puedo llegar a ser,

Serás mía en el humo del cigarrillo y en el amargo sabor del licor que tanto me reprochabas,

Mía y solo mía cuando vea ponerse el sol, pues solo a ti te lo he regalado.

Serás mía en tus besos, pues aprendimos un secreto que morirá eternamente en ellos.

Serás mía en tu sonrisa, que siempre logro sacar de mi los sentimientos más profundos.

Serás mía en aquellas cuatro paredes donde convivimos tanto, paredes cómplices de todo lo que hicimos y dijimos.

Serás mía porque vives en lo que soy y en lo que seré,

Porque me hiciste entender muchas cosas y vivir tantas otras que pensaba olvidadas,

Porque aunque no lo admitas, sin tener que releer estas líneas, de alguna u otra forma siempre pensaras en mí.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Hasta Pronto

Me encontró el alba afligido cuando los primeros rayos de tenue luz se filtraron a través de la persiana del amplio ventanal en el que tantas veces te observaba suspirando con la mirada perdida en el vacío.

Que efímera parece ahora la historia de dos extraños que cruzaron sus destinos, cuando la vida, en uno de sus múltiples juegos de azar, decidió condenarnos a la felicidad. El amor clavó su flecha profunda en nuestros corazones. Te conocí en aquel momento precioso en que nuestra vida no es totalmente nuestra, empero, todo nos lo brinda cual Santo Grial inagotable de ambrosía para el sediento. Se fijaron mis ojos en los tuyos; embarcando así mi alma en aguas tormentosas al ritmo de las fuertes explosiones que el agitado latir de mi corazón provocaba cuando me sonreías por mera cordialidad.

No conocía yo, o no recordaba al menos, una figura más hermosa que la tuya. Tu esbelto cuerpo bendecido por la juventud, cincelado por la voluntad máxima. Tu lozana y suave piel canela que el sol bañaba deleitante. Tu alborotado e indomable cabello rubio. Pero nada comparado a tu rostro. Muestra de la magnificencia de la naturaleza, envidiado por los mismos ángeles. La perfección de las proporciones era tal que cautivabas por doquier, te aseguro que adonis se habría enamorado de ti. Tus delicadas orejas, un fino mentón y pómulos que se sonrojaban fácilmente con los vuelcos de tu libre espíritu y las pequeñas alegrías que constantemente perseguías. Tus ojos eran profundos manantiales azules, como cristales penetrantes que extraviaban el juicio de los más valientes que se atrevían a mirarlos. Tu voluptuosa boca roja carmesí con sus carnosos labios, tan tentadores que bien pudieron causar que Adán renunciara al paraíso.


Las alegrías que me diste son infinitas. Los momentos vividos incontables. Cada día junto a ti fue una aventura irrepetible. Me hiciste sentir como un niño que aprende, juega y vive cosas nuevas todos los días. Te amé como nadie más podría haberlo hecho. Agradezco lo que fuiste y aún más lo que me hiciste ser. Al partir, y sé que será pronto, espero encontrarte en algún lugar, en el que no volvamos a perdernos nunca: Un lugar perfecto, en el que solo estés tú, y a tu lado, yo.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Tú, mi maldición; Oda Allan Poética

Aquel siniestro día las gotas de sudor resbalaban por mi cara a chorros mientras exhalaba bocanadas de vaho que salían de mi jadeante boca en el frio del invierno. Al menos todo había terminado. Así pensaba. Acabé con la vida de Madame Lauren de una vez y por todas clavándole en múltiples ocasiones el cuchillo, con el que se descuartizaban los pollos, encima de su prominente y hermoso pecho, donde pensaba podría hallarse su corazón.

Madame Lauren era mi esbelta y agraciada esposa desde hacía casi dos años; dos insoportables años, cuando motivado por una obsesión enferma que Eros plantó en mi corazón le pedí su mano frente al Sena con una copa de vino en la mano y par más en nuestros juicios. Nos comprometimos poco tiempo después de acabada nuestra juventud, el cuerpo de mi futura esposa era en ese entonces tan hermoso y sublime como un atardecer, lleno de colores y sensaciones encantadoras. Lo más bello de su figura era definitivamente su cara. Sus suaves rasgos, su delgada nariz respingada, su tez lozana de la frente y los pómulos que fácilmente se ruborizaban, sus sensuales labios; gruesos y suculentos. Pero, lo que más resaltaba del rostro eran sus ojos. Mi adorada había nacido con una extraña anomalía que afecta a muy pocos seres llamada heterocromía. La anomalía consistía en una peculiar clase de mutación en la que el iris de los ojos resulta de diferentes colores, en su caso, su ojo izquierdo revelaba un azul claro: muy puro y profundo como el mar mismo. Por otra parte, el ojo derecho manifestaba un color rojo en el que brillaba como un rubí la pasión y la furia de su fuerte carácter.

El devenir de nuestra relación cambió gradualmente desde el primer año de casados. Las costumbres, hábitos y forma de ser de mi amada se convirtieron en agudos y profundos clavos que se cernieron sobre mi espíritu cual dama de hierro, agobiándolo y abrumando mi existencia.

Podrán pensar que estoy loco, pero en realidad estoy tan cuerdo como todos, aun mas, pienso que mi fuerte razonar me llevó a actuar como lo hice. Lo que más odiaba de Madame Lauren era algo que observaba y ocurría solamente en nuestro lecho. Llegada la noche, después de disfrutar de la cena y en múltiples ocasiones de expresar nuestro amor como pareja explotando en la lujuria de la carne, nos abrazaba con sus férreas manos el canto de Morfeo.

Nunca fui bueno para descansar. Mi agitado e insaciable espíritu me incitaba a continuar despierto incluso por horas. Para mi amada era diferente, cuando su cabeza se posaba en la suavidad de las plumas, se entregaba casi de manera inmediata a un sueño profundo del que despertaba solamente al salir el sol. Empero, aunque dormía, mantenía siempre abierto y vigilante su ojo derecho. ¡Aquel maldito ojo!, ¡Aquel endemoniado ojo rojo! Me escrutaba inamovible, me torturaba incesantemente con una mirada muerta pero impetuosa.

Parecía que mientras dormía, el ojo se separaba del apacible cuerpo de mi amada cuya silueta descansaba deiforme como si fuera la Venus de Urbino, hermosa, perfecta. Pero aquel ojo. Su iris me transportaba a las llamas del propio Hades, ¡Rojo!, enfermizo, quemando mi psiquis día tras día, alejándome siempre de mi anhelado descansar.
Pasado el tiempo, tanto mi alma como mi cuerpo empezaron a degradarse debido a la falta de sueño. Me envolvieron entonces desvariaciones del pensar en las que confundía mis sensaciones; los colores, olores, sabores, sonidos y hasta el tacto de las cosas sin importar lo puros, dulces, armónicos o suaves que fueran. Me confundían y enfadaban sin razón aparente. Me pareció además, que mi debilidad era proporcional al fulgor con que incesablemente brillaba el fuego de mi maldición. Cada noche, el ojo parecía más presuntuoso, incluso más vivo y aislado del resto del cuerpo de Mon Amour. Pronto concluí que de no actuar, la energía que el creador me había consagrado pasaría a ser parte de la incesante llama que atormentaba mis noches.

Una noche, guiado por mi malacostumbrado insomnio, me encontré bajando las escaleras que dan al sótano. En su interior, la penumbra de la oscuridad del recinto ahogaba totalmente la tenue luz de la luna, sin embargo, un resplandor sobrenatural llamaba a lo lejos mi atención. Me acerque con paso firme, como si la luz cada vez más intensa me llamara. Escuchaba en mi cabeza una grave voz, incomprensible, fuerte. Balbuceaba palabras extrañas y risoteaba con potentes sonidos que helaban mi sangre pero vigorizaban mi ánimo. Cuando estuve lo suficientemente cerca, me encontré cara a cara con el antiguo horno de cubilote. Aunque las largas noches confundían mi pensar, parecía recordar que aquel horno no recordaba que aquel horno hubiera funcionado alguna vez. Mi solución era clara.

Decidí entonces que aprovecharía la próxima festividad, cuando los criados estuvieran danzando y embriagándose, para cometer el terrible acto. Tarde en la noche, cuando el ruido de la fiesta estaba a tope y mi amada, o al menos ella sin contar con su endemoniado ojo rojo, dormía, saqué de debajo de mi almohada el cuchillo que a escondidas había guardado previamente. Luego, pidiendo perdón a los cielos, clave hasta el cansancio el cuchillo en el desnudo pecho de mi amada mientras con la otra mano tapaba su boca para ahogar los gritos de horror con los que despertó.

Lo primero que hice, y debo admitir me proporciono una inmensurable paz, fue cerrar asqueado y con odio sus parpados para dejar de ver aquel símbolo que representaba mi cruz, por la que tanto tiempo me convertí en mártir de mi destino. Procedí entonces a incinerar las sabanas ensangrentadas con las que sequé lo más que pude el lacerado cuerpo. Entre nuevamente en nuestra habitación matrimonial después de buscar una sierra y una manta. Me dispuse a descuartizar el cadáver, pero cuando me acerque, una tenue luz llamó mi atención… ¡Su ojo! Estaba abierto. Solamente su ojo derecho, pero estaba totalmente abierto. Lo cerré nuevamente presuroso, abatido por los tormentos incesables que en mi causaba.

Después de colocar el cuerpo sobre la manta separé las extremidades con la sierra recordando mis clases de anatomía básica y los libros de medicina leídos en mi juventud. Lo desmembré en menos de dos horas dejando por ultimo su cabeza. Antes de cortar el cuello, obligándome a mirar su cara lo volví a ver: Me miraba fijamente. Tenía la sensación de que me observaba mientras yo, inútilmente, intentaba acabar con él. -¡Maldito seas, eres el fuego del demonio de mi corazón, te alejare de mi para siempre!-.

Por última vez, invadido por una furia incontrolable, cerré el ojo y tiré la cabeza a la manta que había conseguido. Hábilmente envolví todo y baje las escaleras cargando en mi hombro los vestigios del amor que había aniquilado. Descendí hasta el sótano agotado por el peso de mis pecados, la música en el exterior y los gritos seguían confirmándome que todavía quedaba en mí una pizca de correcto razonar. Me acerque a la caldera y lancé los restos al fuego colocando la llama al máximo.

Por alguna extraña suerte del azar, o alguna maldición incomprensible por la limitada razón humana, quise mirar, aprovechando la rejilla de la caldera, lo que quedaba de mi amada. Al principio me costó acercarme. El calor de la espesa  gasolina mezclada con la viscosa sangre ardiendo me alejaba como una barrera invisible de la rejilla, sin embargo, algo en mi espíritu me empujaba más y más…

… Los horrores que vi en las llamas de la caldera son indescriptibles y me atormentaran hasta mi último día en este mundo. Sé que mi desesperado acto no logró nada. Lo sé porque mi vigor sigue desvaneciéndose. No he logrado separar la noche del día, vivo situaciones incomprensibles y actúo de acuerdo a complejos raciocinios que me llevan a extrañas conclusiones. Escribí mi historia, aprovechando efímeros lapsos de cordura, pues últimamente he sufrido de fiebres que me hacen delirar. Vivo en el infierno, cada vez que cierro los ojos, en mis sueños, él siempre está ahí. La única diferencia, es que ahora mi amada no yace a mi lado mientras él me observa, ¡Nunca más!



Ultimo día

“Para ustedes que no son tantos, ni probablemente entiendan, pero que saben más de lo que creen”

Lentamente abrí ambos parpados para dejar entrar en mí los tan anhelados rayos de sol que buscaba. Al igual que la ilusión del agua que resulto ser vinagre para aquel mártir mitológico, me sentí desesperado, asustado, pero más que todo perdido en la oscuridad que todo engulle y nada regurgita. Sentí que mi cabeza daba vueltas. Poco a poco recordé aquel sentimiento amargo que únicamente la soledad de una existencia banal procura. Recordé aquellas personas que se hicieron participes de moldear mi carácter y mi fe en la humanidad, recordé además, aquellos otros que como piedras en el camino trazaron el sendero de mi destino. Incluso llegaron a mi pensamiento memorables historias, que, como la mía, debieron ser contadas alguna vez, y que ahora quedan para siempre en las páginas de un libro. No obstante, no hallaba en aquel lugar ni mi propio pozo y péndulo, ni mis gigantes “molinescos”, ni siquiera incluso un dios del mar al cual atribuir mis desgracias y contra el que luchar para llegar a casa.

Pasé mi lengua alrededor de mi seca y curtida boca. El dolor de la saliva entrando en las llagas que la vida me había deparado me recordó nuevamente lo lamentable de mi situación. Habrían pasado días, quizá un par de semanas, desde que el recio azar cerrara para mí la puerta de la vida, condenándome con las cartas de la inevitable muerte. Empero, intentaba razonar, de una manera más audaz que en un principio. Admito, que sentí perder el juicio. Tras pasar lo que para mí fue una eternidad buscando la salida de mi sepulcral tumba, ahora me perdía constantemente en pensamientos que produjeran júbilo a mi alma desconsolada, o al menos así quería pensar. Recurrí inicialmente a técnicas de investigación básicas para no perder la poca cordura que me quedaba. Después de muchos cálculos, pude estimar las características básicas de este panteón demencial. Las paredes parecen hechas de gabro, tan firme como la conclusión de mi historia, y el techo parece no existir, pues aunque admito creo no haber escalado lo suficiente, lo hice hasta donde mis uñas, y luego mis dedos carnosos dieron de sí. El largo y ancho del sitio cambia constantemente, o al menos así lo percibo, pues aunque cueste creerlo, sea por la oscuridad física o por las tinieblas del pensamiento, llegar de un lado a otro puede tomarme días o segundos. Algunas veces, despertaba aterrado debido a las reacciones de mi cerebro con respecto a las sensaciones que en mi nariz penetraban. ¡Azufre!. Otras tantas, creía poder apreciar olores dulces y limpios que provocaban grandes diapasones a mi espíritu y accionaban un gesto que más que placidez, reflejaba tranquilidad.

No escuchaba otro sonido que el de la soledad misma, conversando continuamente sobre temas pasados, sobre fracasos y malas decisiones, cosas que debí y no debí hacer. Un ser muy negativo si me lo preguntaran. Por esto empecé con mis prolongados soliloquios. Acepto que fue entonces cuando pude comprender que el mejor acompañante del viaje al que llamamos vida, somos nosotros mismos.

Llegué aquí como todos y cualquiera, llegué buscando aquel cáliz ambicionado por todos… mi motivación: la felicidad. Me perdí, como suele ocurrir, en la utopía mágica que solo la mente humana logra recrear a la perfección. Busque incesantemente aquello que tanto necesitaba para conseguir la satisfacción del buen vivir, pues aunque mucho lo profesaba, el hedonismo vacío no llenaba mi alma supurante de heridas. Para llegar a este lamentable final, recorrí múltiples caminos, escuché y di fe a diferentes opiniones que tomé como mías y entendí como menesteres para el correcto razonar. Seguí a ciertas personas aun sabiendo los peligrosos caminos que por ellas debería tomar y creyendo por convicción que errar era de humanos. Me aventuré a situaciones que un día consideré inimaginables, lo curioso es, que es de lo que menos me arrepiento.

Dejo aquí un ente sin alma, pero me satisface saber que pude crear una historia de la que me siento orgullosamente arrepentido de todo y dichoso por eso. Espero que no tarde en llegar, la ansío como solo los moribundos podemos codiciar. Quiero encontrar en ella la paz que en vida se escapaba como arena en mis manos, aquella paz que es solo un espejismo frágil y efímero que contenta al ignorante y frustra al arrogante. Cuando llegue estrecharé su mano, pues como me enseñaron aquellos que lo hacen por amor y no por deber, el respeto impera en sociedad.


No vale la pena gastar mis energías en la inútil tarea de observar, por eso cierro mis parpados. Los movimientos sobran, el firme gabro me abraza como un suave lecho invitándome a descansar. Un reconfortante olor a casa llega a mi nariz y penetra en mi pensamiento rememorando las tiernas caricias que solo mi primer morada pudo darme. Siento una suave brisa que sopla levemente y refresca mi agitado ser invitándome a descansar. ¿Qué pasa?, ¿Por qué demoras tanto?... La paciencia nunca fue mi virtud, creo que bien nos definieron como animales de costumbre, te esperare dormido, solo te pido me despiertes al llegar.

El Recolector

<<Por más que lo intento me es imposible recordar en que momento empecé a escuchar las voces, llegaron a mi cerebro como quien es bienvenido en una fiesta con pase libre para entrar y salir a conveniencia. >> -¿Es en serio? Yo recuerdo cuando te conocí-. <<Creo recordar la afluencia de unas, y las intrusiones de otras, pero me es difícil asegurar quien es quien y quien no lo es. >> -¿Cómo no me reconoces?-

<<He llegado a tener amigos propios con los que pasar el tiempo, con los que comparto intereses y gustos, con los que rio y converso plácidamente, siempre tienen algo que decir o una reflexión para regalarme. >> -¿Por qué me ignoras?-. <<Sin embargo existen otros a los que he llegado a repudiar y temer, llegan a mí en los momentos menos oportunos y me embotan el pensamiento hasta convencerme de las ideas más distorsionadas. >> -Sabes que no es cierto, hablas en nombre de esa zorra-.

<<A veces siento que los veo, cuando cierro los ojos ellos abren mi mente, siempre son los mismos, aunque sus diferentes caras, tonos de voz e intenciones me confunden… ¿O acaso son diferentes?>> -Ya es tarde, tenemos que irnos, no le hagas caso- <<Aprendí a convivir con ellos desde muy pequeño, pero después del incidente me es difícil comprenderme. Aún recuerdo la primera vez que me metieron en problemas. >> -¡Es tu culpa por escucharlo a él!-, -¡Cállate! Intento pensar-
<<En ese momento me había parecido una gran idea, igual que ahora>> -¿Acaso no lo fue?-, -¿Cómo puedes creer que fue una gran idea?, ahora no sé qué hacer-. << ¿Sera necesario acabar con esto? A veces creí sentir lo que era la felicidad>> -Ustedes no lo pueden negar-, -yo no lo niego-, -yo tampoco-.

<<Sería más fácil si los pudiera controlar, controlar sus idas y venidas, sus palabras y sus acciones, pero para ellos es más fácil controlarme a mi… ¿Cómo no si son tantos? Es más sencillo darme por vencido que luchar. Algunos son débiles y otros fuertes, maduros o infantiles, lentos o sagaces>> -Sabes que yo hago lo mejor por ti… y por mi claro-, -¿Qué quieres decir? ¿Te parece que esto es lo mejor?-, -En mi defensa, no fui yo quien lo sugirió, debiste hacerme caso, debemos hacerle caso a ella e irnos de aquí cuanto antes-.

<<Ya no hay vuelta atrás, para que escapar, ¿por qué no mejor quedarnos a resolver este asunto?>> - Esto no tiene solución, no es un problema, es una salida y lo sabes, anda tienes que desaparecer la preocupación, ya lo has hecho anteriormente. Deberías aprovechar que la zorra sigue caliente para terminarlo todo-, -¿En verdad crees que es la mejor opción? No creo que sea capaz de hacerlo, al menos no yo… ¿Quieres hacerlo tú?-, -No te dejes convencer, vámonos de aquí, hazle caso a ella, hazme caso a mí, sabes que hablamos con sinceridad-. <<Si eso fuera cierto ¿por qué la estoy arrastrando?>>

-Yo soy tú, y tú eres nosotros, sabes lo que quieres y lo que deseamos, ¿Por qué mejor no lo haces simplemente?-, -es cierto, ya vas a medio camino, imagínate su sabor, el momento en que tus dientes desgarren y tu lengua se deleite en una fiesta de sensaciones… Empieza por su corazón, quiero saber si en verdad nos amaba-. –No le hagas caso, está loco y divaga por tres, sería una pésima idea hacerle caso… por que no mejor empiezas por sus ojos para que podamos ver desde su alma- <<No me parece una mala idea, me gusta empezar por los ojos pero… que hay de su cerebro, quisiera saber a quién tendré el gusto de conocer>>, -Debe ser una zorra como todas las demás, ¿Por qué no empiezas con sus pulmones para tomar una bocanada de aire fresco? Es lo que necesitamos ahora.

<<…En verdad la puedo sentir, siento como su calor entra en mí, siento su tenacidad y perseverancia salpicada con un toque de miedo, no debí dejar que viera el cuchillo en mi mano, eso la asusto. Pobrecilla, no lograba entender que ahora estaremos juntos para siempre… Anda, no seas tímida, acércate, mírame a los ojos como solías hacerlo antes, ahora los tuyos son los míos>>, -Son nuestros-, <<Esta bien, nuestros. Creo que fue una buena decisión, como siempre ustedes tienen razón>>. –Hola madre, ¿Cómo estás? Salúdame, no seas ruda, sé que estás ahí. ¿Quieres quedarte en silencio? Anda que no te de pena, di lo que quieres decir, ambos sabemos a qué me refiero. ¿Tenía razón cierto? Te lo dije, esto era lo mejor que podíamos hacer. Anda habla, tu silencio me hiere, antes no eras así. Vamos tú lo sabes, tu eres mía-, -yo soy tuya-, <<Así es… sonríe, me encanta verme sonreír>>