Dice la
charlatanería popular de los más viejos, que alguna vez existió un espejo en el
último piso de un gran edificio. Este espejo vio morir masacradas a más de
treinta personas en un acto violento en el que individuos armados con pistolas,
cuchillos y machetes tiñeron con sangre y lágrimas la suave alfombra de
terciopelo.
Ocurrió una
noche como cualquiera, el último piso del gran edificio era aquel donde se
guardaba el efectivo de la empresa. Entrada la madrugada, y en fin de mes, los
de contabilidad seguían cerrando cuentas para poder enviar el dinero al banco.
Por la puerta principal del edificio, ayudados por las personas de seguridad
interna, entraron ocho hombres armados y preparados para la matanza. Al primero
que vieron lo llenaron de plomo, luego a los demás los arrinconaron junto al
gran espejo del final del pasillo. Uno a uno los torturaron. A los hombres los
despellejaron, les sacaron los ojos y les cortaron sus miembros. A las mujeres
las violaron, las penetraron con los cuchillos y les arrancaron el cabello a
jalones.
Ni un solo
transeúnte se dio por enterado de los alaridos de dolor y los gritos de auxilio
con los que los trabajadores desgarraron sus gargantas. El único testigo,
además de los asesinos implicados, fue el gran espejo del último piso.
Poco después el
edificio tuvo que ser clausurado puesto que ni siquiera los altos mandos se sentían bien trabajando en ese lugar. Se escuchaban pasos y
gritos, repentinas brisas abrían las puertas y helaban los huesos del
desafortunado que se atreviera a pasar por el sitio de la masacre. Dicen los más
valientes, que osaron volver, que lo más tenebroso era el espejo del final del
pasillo. Nadie podía acercarse a él; a
lo lejos se veía el reflejo borroso del cuerpo propio, sin embargo, entre más
cerca se estaba del espejo más claramente veían la imagen de su reflejo, una
imagen de su cara con la mirada ida, inescrutable y perdida.
Con el pasar de
los años y de diferentes empresas que intentaron hacerse con el edificio, resultaron demoliéndolo y creando en honor de las victimas un monumento
para que así sus almas descansasen en paz.
Cuentan, que si
alguna vez te has mirado en un espejo que te provoque una sensación extraña,
como si alguien diferente te estuviera viendo a través de tus propios ojos, y
si justo es entrada la madrugada, no debes temer; Te acompañan almas pesarosas
que sufrieron indescriptibles tormentos cuyo devenir presencio alguna vez un
gran espejo. Es más, dicen que si cierras los ojos puedes oírlos gritar, pero
aconsejan que una vez cerrados los parpados no los vuelvas a abrir, podrías
verlos mirándote desde el otro lado del espejo